Él se muerde los labios y me muerde los míos,
se olvida del mundo, de lo que existe y lo que no.
Yo me pierdo en sus orejas, una caliente y una fría,
como él y yo.
Tocan las nubes el suelo y nacen flores en el crepúsculo,
no hay nadie, no hay nadie y nada es de verdad.
Con su cuerpo sucio ensucia el mío,
me roba la música de mi piel y canto sin preocuparme por la afinación.
Él me escucha y yo no sé si aún estamos en el mismo lugar,
él se va, se va y nada es de verdad.
Él entra por la puerta, yo salto de felicidad, compartimos la cama y la ciudad.
Todo va bien, pero Ricardo no sabe, no sabe decir la verdad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario