domingo, 5 de septiembre de 2010

Ricardo

Él se muerde los labios y me muerde los míos,
se olvida del mundo, de lo que existe y lo que no.

Yo me pierdo en sus orejas, una caliente y una fría,

como él y yo.


Tocan las nubes el suelo y nacen flores en el crepúsculo,

no hay nadie, no hay nadie y nada es de verdad.


Con su cuerpo sucio ensucia el mío,

me roba la música de mi piel y canto sin preocuparme por la afinación.

Él me escucha y yo no sé si aún estamos en el mismo lugar,

él se va, se va y nada es de verdad.


Él entra por la puerta, yo salto de felicidad, compartimos la cama y la ciudad.

Todo va bien, pero Ricardo no sabe, no sabe decir la verdad.

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