miércoles, 8 de junio de 2011

El hombre de la barba de los hilos dorados

Duerme a la orilla de una iglesia
Desayuna agua de lluvia

Todos pasan a su lado y a nadie le interesa


Con una sonrisa intenta empezar el día

Extiende su mano buscando ayuda

Y se da cuenta de que todos están muy ocupados


Carros y niños. Gatos y perros. Adultos y pájaros

Todo lo que él ve, todo lo que él no puede ser

¿Qué pasó con la justicia en este mundo?

Todo parece ser tan cruel


No hay salida de escape, ni caminos verdes

Suenan las campanadas de las tres

No hay que comer, no hay que comer


La soledad es esencial, al parecer

La suciedad también

Ya no hay piedad, ya no hay querer

Está solo sin saber por qué


Que “De los pobres es el reino de Dios” dice el cura

Lo que el cura no sabe es que él no tiene un par de zapatos

Que se le ensuciaron las manos hace años

Que se siente tan poca cosa que no quiere seguir viviendo

Que la soledad pesa más que todas las columnas de su iglesia

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