
Tú y yo como habitantes de un altar
Velas y cirios adornan, esta, nuestra habitación
Acaloradas tardes de cerilla, ceniza y carbón
Que se hacen y mueren de la misma mano
Mantos asquerosos posan sobre nosotros
Somos demonios en cuerpos de santos
Volátiles oraciones nos rezan y tú y yo mudos, intactos
Bocas de cera seca sin, ya, nada que decir
Creemos en quienes creen en el inicio
Porque el final lo conocemos y es agradable
Ratones que se cagan y se comen la biblia, nos abren
Y salen palabras sueltas cual rosario de pepas blancas
Flores pútridas como nuestro interior
Visitas cortas y largas a nuestros aposentos
Cretinos que no nos dejan amarnos en paz
¡Ojalá tuviéramos alas para así escapar!
Incendios accidentales rodean esta existencia
En vida creen los vivos, en muerte creen los muertos
Animales juegan con nuestros cuerpos
Y les escupimos sus cabronas caras
Novenarios, rezos, credos y plegarias
¡Los usaremos en nuestra contra!
Porque somos habitantes de un altar
Porque somos demonios que saben amar
Porqué si sabes quien soy, ¿Por qué no me lo dices?
ResponderEliminarLo de demonios en cuerpos de santos yo lo traduzco a el exceso -no por eso malo- de cualquier sensación que poco a poco te irá quitando el aliento y no importará en lo absoluto porque las ganas de alquilar alas -o por lo menos un avión privado- para salir del señalamiento es lo que lo conduce. A nadie le gusta ser criticado y vaya que los habitantes del altar han sabido demostrarlo. Sigue escupiendo pero poemas como éste.
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